Termales y café en el Eje
Cuatro departamentos conforman la región reconocida en el mundo por la calidad de su café. Pueblos, veredas y paisajes a lo largo y ancho de Caldas, Quindío, Risaralda y Valle del Cauca abren al viajero la oportunidad de respirar el aire más puro, contemplar interminables montañas y apreciar fachadas coloniales congeladas en el tiempo. La oferta turística de la región reconoce el valor que estas experiencias pueden tener para el crecimiento personal.
Nueve años han transcurrido desde que la UNESCO inscribió el Paisaje Cultural Cafetero de Colombia en la lista de patrimonio mundial, esa distinción ocurrida el 25 de junio de 2011 fue una gran noticia para las comunidades de caficultores de los cuatro departamentos involucrados –Valle del Cauca, Risaralda, Quindío y Caldas–, a pesar de que la economía de este grano venía de crisis en crisis debido a los bajos precios en el mercado mundial.
¿Cómo aprovechar este reconocimiento para aclarar el horizonte de desarrollo? La respuesta se fue construyendo con el paso de los días y hoy es una realidad palpable: esta zona es el segundo destino turístico posicionado del país. Pero a diferencia del primero, que es la costa Caribe con el mar y la playa, los visitantes del Eje Cafetero vienen en busca de la cultura local, de vivir una experiencia sensible en medio de todo lo que ha constituido la historia del café nacional.
En medio de esta atmósfera cafetera, ha surgido una oferta de experiencias de conexión y descanso. Vivir el paisaje, respirar la montaña y realizar actividades de producción de café es posible en espacios turísticos de la región diseñados en función del bienestar. Se trata de una oferta que dialoga con el espacio generando sensaciones de relajación, transformación y equilibrio.
Otro de los atributos más admirados de este paisaje es la arquitectura del bahareque en unos pueblos de parque central y parroquia. El bahareque es una mezcla de barro y excremento de vaca sostenido por maderas de guadua y cañabrava. Todas las edificaciones de la región levantadas a finales del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX fueron construidas con este material. Por su sencilla fabricación, a la mano de cualquier campesino, y su capacidad de absorber la onda de los movimientos sísmicos, el bahareque se convirtió en el elemento fundamental del diseño arquitectónico del Eje Cafetero, buena parte del sur del departamento de Antioquia y norte del Tolima.
Una posible ruta que le permite al turista apreciar las construcciones más bellas hechas en este material puede ser empezando por el sur de la región, en el municipio de Salento, departamento del Quindío. En algunas de sus calles, antiguas casas de familias tradicionales se han convertido en valorados espacios de comercio y diversión, y la gente local atiende con afecto y esmero a los visitantes.
La segunda parada se encuentra en el centro del Eje Cafetero, en el departamento de Risaralda, y se llama Marsella. En este municipio, por acuerdo del Concejo Municipal, las casas y edificios del parque central conservan su diseño histórico y sus elementos originales. Los acabados y detalles como los marcos de ventanas, puertas y aleros siempre se lucen vistosa pintura y moldeado. Si visita el pueblo, no puede dejar de disfrutar frente a la imponente Casa de la Cultura, un edificio de tres plantas que ocupa casi media manzana.
Y la tercera parada, la que completa un trayecto representativo del bahareque, es el municipio de Salamina, al norte del Eje Cafetero, en el departamento de Caldas. Quizás porque su acceso no es tan expedito como Salento o Marsella, las casas de Salamina han sido mucho menos modificadas por el comercio para turistas. Alguien que quiera conocer las manifestaciones más autóctonas y tradicionales, al mismo tiempo que las más elaboradas y elegantes, deberá pasar por este pueblo.
¿Sabía que en los municipios de Aguadas, Salamina y la zona central de Caldas se encuentra el que es conocido como el mejor café suave del mundo?
Otro de los atributos más bellos e interesantes del Paisaje Cultural Cafetero son los caminos vecinales trazados sobre la piel de las montañas. Desde la época de la colonización cafetera, que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX, el gran desafío para los campesinos fue dominar la cumbre. Se fundaron pueblos sobre suelos inclinados, se construyeron casas en superficies pendientes y se expandieron los cultivos desde el filo de las montañas hasta el fondo a orillas de los afluentes.
Cuando ya estaba visto que el café iba a ser el motor de la economía nacional, el problema a resolver era transportarlo desde las parcelas hasta los centros de acopio. Y la única manera que encontraron los caficultores fue la de abrir a pala y recatón unos caminos por entre cafetales que iban conectando cada casa cercana. A estos caminos se les conoció como caminos vecinales y eran la guía de los arrieros para transportar la carga.
Un complejo de termales es visitado por turistas colombianos y extranjeros que llegan a la región para disfrutar las temperaturas saludables de sus aguas. Arbeláez, Santa Rosa de Cabal, Risaralda.
Una vez creada la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, en 1927, estos caminos fueron ampliados, se convirtieron en carreteras y por ahí empezaron a transitar los Jeep Willys (llamados típicamente “yipaos”), el característico vehículo que hace parte también de este paisaje y que resulta ideal para el transporte de café. Hoy es posible recorrer caminos vecinales que no fueron convertidos en carreteras en municipios alejados como Aguadas, al norte del Eje Cafetero, departamento de Caldas, que todavía comunican con municipios del departamento de Antioquia como Abejorral y Sonsón. También es posible encontrarlos en Génova, al sur del Eje Cafetero, departamento del Quindío, sobre todo los que se internan hacia el oriente en busca del cañón de Las Hermosas, en el Tolima. Si el turista prefiere un lugar más central, puede recorrer el viejo camino vecinal que conecta los municipios de Dosquebradas y Santa Rosa de Cabal, en el departamento de Risaralda, y que fue abierto hace más de un siglo sobre el lomo de una suave cadena de cerros de baja altura.
¿Sabías que en el Bosque de la Samaria, que está ubicado en el municipio de Salamina, Caldas; se encuentran las palmas de cera más altas del planeta?
Además de los atractivos culturales vinculados con al café, esta región ha venido desarrollando una seductora oferta turística en torno a los ríos y a las aguas termales. El Eje Cafetero se expande entre los picos de hielo del Parque Nacional Natural de Los Nevados –más de 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar–, con sus volcanes y farallones, hasta las áreas planas de los valles de ríos gigantes como el Cauca y el Magdalena –a 1.000 metros sobre el nivel del mar–. Salvo la topografía costera, esta región compila todos los pisos térmicos que se encuentran en el país.
En La Virginia, centro del Eje Cafetero (Risaralda), el río Cauca avanza parsimonioso por los últimos kilómetros de cauce plano antes de que se interne en la cordillera cafetera y se convierta en un lecho de raudales rocosos. Los pescadores y recolectores de arena son felices cuando cuentan a los visitantes sobre sus vidas amarradas a la del río.
A cinco horas de allí, en el extremo oriente de la región, pasa imponente el Magdalena junto al municipio de La Dorada (Caldas). Durante las décadas más fértiles de la economía cafetera -1950 a 1980- una buena cantidad del grano cultivado en la zona era llevado a este municipio para transportarlo en tren desde allí a la costa Caribe, por un ferrocarril que avanzaba paralelo al Magdalena hasta desembocar en el Atlántico.
El río que más se ha ofrecido como un destino de goce para turistas se llama La Vieja en el trayecto que va desde el municipio de Quimbaya, departamento del Quindío, hasta un sector conocido como Piedras de Moler, en Cartago, departamento del Valle del Cauca; todo esto se ubica en el extremo suroccidental del Eje Cafetero. Este viaje tarda cinco horas sobre una balsa de guaduas conducida por expertos, a la velocidad de la corriente. El paisaje comienza entre guaduales y cafetales y termina en extensos pastizales para ganado. Por momentos el río es apacible y romántico, luego aparecen tramos en los que sube la velocidad y el viajero experimenta emoción y adrenalina.
Sin duda, el atractivo más popular de esta región que no está ligado al café son los balnearios de aguas termales. Hay algunos en la zona rural de Santa Rosa de Cabal y otros en veredas lejos de Manizales. Debido a la infatigable actividad volcánica del Nevado del Ruiz estas aguas termales son abundantes y potentes. El visitante puede escoger entre una cascada natural que cae a una pileta, un riachuelo con orillas de vegetación tupida o unas fuentes que bañan como duchas. Aunque cualquier hora resulta sabrosa para disfrutar de las aguas termales, en esta región la gente se acostumbró a frecuentar los balnearios en la noche.
Para un foráneo venir al Eje Cafetero es la ocasión propicia que lo lleva al descubrimiento de un pedazo importante de la historia de Colombia y es también la oportunidad de disfrutar numerosos planes de turismo y de aventura. El habitante local, el campesino, el citadino -todos- siempre estarán dispuestos a recibir con los brazos abiertos a los visitantes.
El café moviliza una enorme economía y genera empleo para la población de esta y otras regiones del país. Finca La Judea, Santuario, Risaralda.
Los jeep willys también hacen parte del Paisaje Cultural Cafetero. Son el medio de transporte para llegar a poblaciones vecinas y son también los vehiculos tradicionales de carga para el café. Santa Rosa de Cabal, Risaralda.
Los visitantes del Eje Cafetero vienen en busca de una experiencia sensible en medio de la historia del café nacional. Algunas fincas cafeteras se han volcado hacía el turismo de experiencias. Belén de Umbría, Risaralda.
Texto por Juan Miguel Álvarez